Mi madre sintió orgullo
ignorante de todo, animalmente genuina.
Confiada de abrir un hueco,
entregada a una misión,
que no pudo más,
que no pudo más,
que perderse inútilmente,
bifurcándose hasta desgarrar el amor.
Fue necesario un siglo
de moñas y cumpleaños
para que todo sea evidente.
Igual que ayer,
nacimos mudos nuevamente hoy,
ausentes de padres y perros amables.
Aquí, ahora, en esta cama,
recién paridos,
mejor es dejar a las espaldas que se despidan,
en calma, sin pretensiones.
Brotamos reincidentes de un agujero de palabras,
para olernos las caras
y perdernos,
muertos de hambre
chicatos de ideas
decepcionados de haber sido, solo esto.
No vamos a salvarnos, nada de maravillas, no somos.
Que pena para nosotros.
Vergüenza de todos aquellos que debemos mirarnos así;
bicho poco extraordinario de la especie,
casi lagarto, gusano,
casi mariposa, pájaro.
que bueno...
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