Ella y ella se miran.
Es un tiempo que se despide.
A mi no me es posible discriminar cual llora y quien duda.
Pero les suecede lo que a todos.
La necesidad de saber donde comienzan y terminan las cosas.
(Son adorables.
No queda mas que puedan desear)
Pasó lo que podía suceder, se agotaron, se vaciaron la una en la otra.
Los contenidos se mezclaron y ya no hay.
Es el momento del despegue.
Libersarse tironeando de la piel quemada del verano.
Esa que deja mapas que se borran al rato.
Seguir camino, decir chau chau y pegar la cara a la ventanilla.
Ellas saben que no es bueno duplicarse; que es así como nacen los farsantes.
Este par quiere mas.
Pero viene a su encuentro la tentación de prometer (todos añoramos la perpetuidad del chasquido feliz).
Saben que endeudarse es la peor forma de duplicarse, es duplicarse en menos, pero duplicarse a fin de cuentas.
Es estar en algún lugar que no es este y estar en este modo (-) y no en este (+).
Ella y ella se miran.
Después de pensar doblemente todo esto.
Ambas dicen chau.
Y se van sin saber si lo consiguieron.
(ay! yo también dudo muchachito, dudo)